El mundo actual exige el desarrollo de habilidades y atención a aspectos que fomenten la participación de los niños y jóvenes en un mundo acelerado y cambiante. En el libro de Triple Focus, Daniel Goleman, autor del conocido libro sobre inteligencia emocional, y Peter Senge, autor de la quinta disciplina, plantean tres enfoques que debemos tener presentes como educadores y padres de familia. Las tres partes del libro corresponden a estos tres enfoques, comenzando por plantear la importancia del mundo interior, luego la capacidad de sintonizar y comprender al otro. Finalmente, se habla de lo externo y la comprensión del mundo en su sentido más amplio para comprender la interacción e interdependencia de los sistemas.

Lo interno

Como punto de partida para las primeras dos partes, correspondientes a lo personal y el otro, Daniel Goleman expone los cinco elementos del Aprendizaje Social y Emocional (SEL por sus siglas en inglés): conciencia de uno mismo, autogestión, empatía, destrezas sociales y toma de decisiones. 

La conciencia de uno mismo es un primer paso para comprendernos dentro del mundo. Identificar y saber nombrar pensamientos y sentimientos permite, no sólo comprender, sino dirigir, manejar y actuar a partir de ellos. Conocer lo interior permite, a su vez, reconocer aquello que motiva y que entusiasma. A los niños y jóvenes (y también a los adultos) los mueve y los motiva aquello en lo cual tienen interés. Esto es un punto que no puede pasar desapercibido en la educación, pues esa motivación será la que mueva al niño o al joven a aprender y a conocer más. Sin el debido acercamiento a nuestro interior desconocemos lo primordial y lo esencial, por lo tanto resulta complicado plantear objetivos e incluso perder el foco.

Mantener la concentración en un objetivo específico y llevar a cabo las tareas necesarias requiere de autogestión, el cual es el segundo elemento del SEL. La autogestión implica tener control cognitivo, mantener la atención, resistirse a la distracción e inhibir impulsos que perjudiquen el camino a la meta. La atención y la perseverancia son herramientas fundamentales para aprender; ambas se basan en el control cognitivo. Fortalecer y fomentar el control cognitivo, especialmente en las edades más tempranas, será de gran ventaja en el futuro. Un ejemplo que Goleman (2015, p.25) menciona es el experimento del malvavisco de Walter Mischel, en el cual se le otorgaban más malvaviscos a un niño si se esperaba una cierta cantidad de tiempo. Es decir, al hacer uso del control cognitivo, el niño obtenía mayores beneficios. Esto indica que, como profesores o padres de familia, debemos fortalecer destrezas mentales de autodominio como la atención, lo cual dará como resultado más concentración, resistencia a distracciones y menor ansiedad. 

Gestionar el mundo interior, es decir, conocer los pensamientos y sentimientos y fortalecer el control cognitivo, es el primer enfoque del que se habla en este libro. El segundo enfoque apunta a la sintonía con otras personas. El tercer y cuarto elementos del SEL se enfocan en la empatía y en las destrezas sociales. Goleman menciona tres tipos de empatía -cognitiva, emocional y preocupación empática-, las cuales, a su vez, apoyan las destrezas sociales que implica cooperación y trabajo en equipo. La primera consiste en entender cómo ven el mundo los demás, la segunda nos remite a una sensación interna que nos permite entender lo que siente el otro y la tercera a actuar de forma empática, es decir, estar dispuesto a ayudar. Proporcionar un espacio afectuoso y seguro, especialmente en ambientes de aprendizaje, propicia la innovación, creatividad, motivación y sintonía con los demás (Goleman & Senge, 2015, p.36-37).

Fortalecer la empatía y las destrezas sociales desde la infancia permitirá que se tomen mejores decisiones. Pensar con claridad, a través de la conciencia de uno mismo y la autogestión, y poder sensibilizarnos ante los sentimientos del otro, con empatía y destrezas sociales, apoya la toma de buenas decisiones. 

Esta última parte del libro, a cargo de Peter Senge, habla sobre los sistemas a los cuales pertenecemos. Es decir, como individuos en casa, en la escuela, en el trabajo, en una ciudad,siempre formamos parte de algo más grande, dentro de sistemas sociales y biológicos más amplios.Muchas veces las interacciones y reacciones son generadas a partir de varios factores dentro de las relaciones sociales, es por eso que es importante, primero, identificar nuestros propios sentimientos y pensamientos, después ser empático con el otro y, por último, pero no menos importante, pensar en el sistema en el que estamos inmersos y esto implica reconocer la legitimidad de enfoques distintos y valorar cómo los demás han llegado a ellos. 

Senge trabaja con el pensamiento sistémico, el cual se enfoca en algunos hábitos, tales como: cambiar de perspectivas para aumentar el conocimiento, localizar consecuencias no deseadas, reconocer que la estructura de un sistema determina ciertas conductas, utilizar el conocimiento de la estructura sistémica para identificar acciones de máxima eficacia, verificar resultados y modificar acciones, captar el cuadro completo. Estos hábitos fomentan el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la posibilidad de innovación, así como la reflexión sobre la complejidad social. Como profesionales de la educación es necesario que se fomente la comprensión del mundo, a través de estos hábitos del pensador sistémico: 

"Cada vez más empresas comprenden que necesitan personas capaces de pensar por sí mismas, que se motiven a sí mismas, que sean autodidactas y que puedan trabajar en equipo con eficacia, sobretodo si se trata de afrontar problemas realmente complejos" (Goleman & Senge, 2015, p.92).

Esto tiene un impacto directo en la educación y en el sistema escolar, ya que como actores de la educación de los niños y jóvenes de nuestro país es nuestra labor apoyar el desarrollo de las inteligencias más profundas del yo, del otro y del sistema para que podamos formar a personas autónomas, motivadas, empáticas y con gran capacidad de discernimiento.